Veo crecer este mundo injusto
de desniveles en cualquier parte
donde las mañanas no son mañanas,
son caprichos dejados sobre la tierra.
La falta de elección abrasa
el camino marcado en piedra
y la rudeza de las faciones
que invaden a los hombres tristes.
Los símbolos y alegorías que te rigen
te impiden bordar detellos
de los soles de penumbras
Así que llora, tú, marginado en las lunas de hoy.
¿Cuántas forjas viste
antes de enfrentarte a tu avismo eterno?
y... ¿Cómo te sientes
ahora que comes tierra y rocas sucias?
Si a cada minuto que miras
se filtra tu mal en el aire
si cada palpitación que ordeno
desintegro cada uno de tus flancos.
¿Cúando quieres nacer?
Mejor nace en la valla de aquel monte
Mejor canta en forma de sangre
y no hagas ninguna otra cosa hoy.
No riman mis rimas
Nos hartan tus artes
dime, ¿Cómo quieres que te de la bienvenida
en una esfera cuajada en sal
si ni siquiera así podría quererte?
Sekhmet
martes, 17 de mayo de 2011
Poesía en H menor
Ven aquí, noche,
y depura mi
alma con tu canto eterno,
ese que siempre me salva
y que
hace estrecha la
distancia entre lo clandestino y lo bohemio.
Ciudad sin ojos y poesía barata en un
sucio café,
con
cucarachas en las manos
y demasiada azúcar en los
vasos del té.
Azúcar de caña y azúcar
para endulzar al enemigo.
Azúcar para endulzarte a ti y no a mí
-me santiguo y te maldigo-.
Y de nuevo se levanta la esperanza a lo lejos,
enteramente digna y orgullosa de su pulcritud y
su porte magnifico,
silva mientras mata
viejos
con
su guante de lino blanco
y
su seda de amor castizo,
y
mientras ellos mueren yo bailo
y mientras ellos mueren, yo bailo.
Ven a mí, lluvia,
bendita lluvia que
limpias mi
ciudad ciega
y despejas mis calles maltrechas
con tu caida implacable
y tu ritmo perfecto que renueva.
Venir todos aquí
donde las fieras mueren de amor
y los mendigos
son los dueños de los muertos
que deberían seguir vivos.
Sekhmet
La lluvia es mi musa de desgracia y hoy la desgracia se cierne sobre esta falsa ciudad: Oviedo, llena de esculturas y gracia; apuesta fuerte por la marginalidad.
y depura mi
alma con tu canto eterno,
ese que siempre me salva
y que
hace estrecha la
distancia entre lo clandestino y lo bohemio.
Ciudad sin ojos y poesía barata en un
sucio café,
con
cucarachas en las manos
y demasiada azúcar en los
vasos del té.
Azúcar de caña y azúcar
para endulzar al enemigo.
Azúcar para endulzarte a ti y no a mí
-me santiguo y te maldigo-.
Y de nuevo se levanta la esperanza a lo lejos,
enteramente digna y orgullosa de su pulcritud y
su porte magnifico,
silva mientras mata
viejos
con
su guante de lino blanco
y
su seda de amor castizo,
y
mientras ellos mueren yo bailo
y mientras ellos mueren, yo bailo.
Ven a mí, lluvia,
bendita lluvia que
limpias mi
ciudad ciega
y despejas mis calles maltrechas
con tu caida implacable
y tu ritmo perfecto que renueva.
Venir todos aquí
donde las fieras mueren de amor
y los mendigos
son los dueños de los muertos
que deberían seguir vivos.
Sekhmet
La lluvia es mi musa de desgracia y hoy la desgracia se cierne sobre esta falsa ciudad: Oviedo, llena de esculturas y gracia; apuesta fuerte por la marginalidad.
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