martes, 17 de mayo de 2011

Poesía en H menor

Ven aquí, noche,

y depura mi

alma con tu canto eterno,

ese que siempre me salva

y que

hace estrecha la

distancia entre lo clandestino y lo bohemio.

Ciudad sin ojos y poesía barata en un

sucio café,

con

cucarachas en las manos

y demasiada azúcar en los

vasos del té.

Azúcar de caña y azúcar

para endulzar al enemigo.

Azúcar para endulzarte a ti y no a mí

-me santiguo y te maldigo-.

Y de nuevo se levanta la esperanza a lo lejos,

enteramente digna y orgullosa de su pulcritud y

su porte magnifico,

silva mientras mata

viejos

con

su guante de lino blanco

y

su seda de amor castizo,

y

mientras ellos mueren yo bailo

y mientras ellos mueren, yo bailo.

Ven a mí, lluvia,

bendita lluvia que

limpias mi

ciudad ciega

y despejas mis calles maltrechas

con tu caida implacable

y tu ritmo perfecto que renueva.

Venir todos aquí

donde las fieras mueren de amor

y los mendigos

son los dueños de los muertos

que deberían seguir vivos.

Sekhmet

La lluvia es mi musa de desgracia y hoy la desgracia se cierne sobre esta falsa ciudad: Oviedo, llena de esculturas y gracia; apuesta fuerte por la marginalidad.

No hay comentarios: